miércoles, 30 de noviembre de 2016

Ese fuego ya está apagado

Hace tiempo que no hablamos,
ya apenas nos escribimos
y ya ni te cuento el tiempo que hace que no nos besamos.

No tiene por qué ser malo, estábamos destinados
a perdernos, para reconocer que un día nos amamos.

Amor fugaz de una noche de verano,
de una mañana de mayo,
y de aquella tarde de enero.

Bonito lunar el de tu pie izquierdo,
casi mejor que el de tu moflete derecho.
Apenas te conocía por dentro,
pero me sabía todos los defectos de tu cuerpo.
Recorrernos enteros como ciegos
mejor que con los ojos abiertos.

Comernos despacio y llegar al cielo,
subir más alto que veinte rascacielos.
Era nuestra costumbre, nuestro mejor juego
y ahí tuvo que llegar el tiempo y joderlo.

Sé de sobra que cuando nos vemos
pensamos en volver a juntar nuestros cuerpos,
escuchar la música que sale de ellos
como una aurora boreal en pleno julio,
destellos de placer, sólo eso.

Donde hubo fuego quedan cenizas y,
las nuestras, aún están encendidas.

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