martes, 27 de septiembre de 2016

El efecto de la luna llena



Todavía me sorprende el efecto que la luna,
cuando está llena, tiene sobre mí.



Similar al que tiene sobre las mareas,
subidas y bajadas que me hacen sentir.

Como aquel hombre furioso que se convierte en lobo,
cuando la miro fijamente mi mente se vuelve eclipse.

Y aún no entiendo que tiene el brillo de esa esfera
que de niebla me llena las ideas,
pero a mí, la luna llena, no me convierte en sirena
me saltan las alarmas y no puedo dejar de mirarla
pero no aúllo para que no me explote la garganta.

Ella me hechiza como por arte de magia
y entonces, por un tiempo, ya no puedo olvidarla.

Me pausa y me excita, me aturde y me tranquiliza
como si en vez de luz desprendiese cafeína.

Droga blanca y barata esa luna
que engancha más que la cocaína.

Y ese brillo tan adictivo que tiene ella,
¿Sabes quién más lo tiene? Adivina

Mírate cualquier noche que no salga la luna llena
y entenderás por qué no dejo de perder la cabeza.

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